Escuchas un potente piano en tu mente, hueles aromas de maderas quemadas en viejas chimeneas, respiras la paz de los campos. Oyes en las inmediaciones las voces de chavales que juegan, recuerdas el borboteo de los pucheritos de sopas de pan. Sientes la presencia de las gentes ocultas en sus casa, replegadas en sus vidas, atrapadas en sus destinos, víctimas de sus miserias. Sabes que hay muchachas de blanca palidez, mujeres de pieles curtidas, hombres de aspecto severo, niños vestidos de aromas primigenios. Hay flores, abejas, trigales, lomas, amaneceres rojos, ocasos ambarinos. Y hay luna y sol y hierba y agua. Hay piedras amadas, besadas, acariciadas, golpeadas, cortantes, afiladas. Cercos de piedra en derredor de vidas que buscan su eternidad.
Carlos de la Sierra |