“…Aquí salta una nueva paradoja: el estado anímico de los humanos, ante sí mismos y ante la existencia, tendría que ser de extrañeza, de asombro permanente. Pero ocurre exactamente lo contrario, se percibe la vida como lo más natural, lo que se da por descontado. Sólo extrañaría si faltara (si no viviendo, uno pudiera extrañarse). Esta percepción está muy arraigada. Cuesta mucho abrir brecha en la costra dura de lo obvio hasta llegar y zambullirse en el flujo fresco de la sorpresa. Tan afianzado está ese espejismo, que ha sustituido a la realidad. La realidad es inverosímil.” |